domingo, 14 de junio de 2009

PERDÓN: RECONCILIACIÓN Y SANACIÓN R.P Carlos Salas



¿Qué es el Perdón?

Perdonar, es una decisión de la voluntad. No es un sentimiento. Es la capacidad de amar a las personas, con sus defectos y limitaciones. Como se expresa en el pasaje del Hijo Pródigo: “Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo he encontrado” (Lc. 15, 21-24). Es amar permanente con misericordia.



¿EL PERDON CONDUCE A LA SANACION?



El odio, el rechazo y el desamor enferma a las personas en el cuerpo y el alma. Nosotros hemos sido creados para amar y ser amados. Cuando rechazamos a las personas, creamos en el corazón un vacío. Solamente asumiendo una actitud de perdón, colmaremos ese vacío. Jesús sentía profunda compasión por todo el hombre y por todos los hombres. Por eso los sanaba y los evangelizaba (Mc 6, 34).



El perdón se convierte en requisito indispensable para sanar heridas. Conduce el amor y misericordia de Dios. Su amor por los hombres es el mismo y una de sus demostraciones es su deseo de curar todas nuestras enfermedades y miserias. “El perdona tus pecados y sana tus dolencias” (Ps. 103,3). En Cristo, el hombre es mirado con agrado por Dios, porque es ‘rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó. Estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo. Por gracia habéis sido salvados...” (Ef 2, 4-7).



¿EXISTE UNA DIFERENCIA ENTRE SANACION Y LIBERACION?



Sanación es curar la raíz frondosa de nuestras actitudes, conductas, comportamientos negativos. Es recorrer el vía crucis de la vida y buscar las causas, el origen de muchos pecados. Cuando se sana la raíz, se libera –evidentemente- de ese bloqueo emocional que producía trauma y dificultad



El Señor dijo que una de las señales que acompañan a los creyentes, sería esta “impondrán las manos sobre los enfermos y sanarán” (Mc. 16, 18).



Una cosa importante es comprender que el sacramento de la reconciliación –la Penitencia- es la dimensión infinita de perdonar los pecados. No hay un convertido auténtico que no confiese sus pecados ante la Iglesia, a la que Jesús ha dejado el poder de perdonar. En el mismo acto del sacramento de la reconciliación, hay la dimensión suprema del perdón de los pecados y la liberación de ese perdón por la confesión.



El apóstol Santiago recuerda: “Confiesen unos a otros sus pecados para que sean sanados” (Stgo 5,16). El gran argumento para probar que el Señor quiere que estemos sanos, es el empeño puesto por Jesús para curar ‘toda enfermedad y toda dolencia’ (Mt 4, 23).



Hoy la creación está llena de oscuridades, enigmas y sufrimiento, esperando una liberación que no parece llegarle por ninguna parte. Pero nosotros sabemos que hay una liberación real, que nos saca del dominio de las tinieblas y nos hace superar toda visión fatalista del mundo: esa liberación la encontramos en Jesucristo.



¿EXISTE UNA RELACION ENTRE SANACION Y PSICOLOGIA?



La sanación viene de Jesús. Evidentemente, El sana, no hay otra persona en el mundo que supere ese acto de amor. Desde siempre, Dios se anticipó con su gracia para que todo hombre pudiera dar una respuesta de amor (Ef 1, 4-6).



La señal de identidad que Jesús dio a los suyos es el amor, “Así reconocerán todos que son mis discípulos míos, si se tienen amor unos a otros” (Jn 13,35). Sólo de Jesús se puede decir con plena verdad que ‘pasó haciendo el bien y sanando a todos’” (Act. 10,38).



Jesús ha venido a sanar de las enfermedades físicas, espirituales y morales. El pecado es raíz de toda enfermedad.



El anunció en la Sinagoga de Nazaret, que el Espíritu lo había ungido para poner en libertad a los presos, consolar a los de corazón afligido, sanar a los ciegos, y liberar a los oprimidos (Lc. 4, 16-19). Allí podemos resumir toda la sanación.



La voluntad de Dios es que todos estemos sanos del cuerpo, alma y espíritu. “Tomó nuestra flaqueza y cargó con nuestras enfermedades” (Is 52, 2-4). La acción de Jesús es siempre de perdón, sanación y liberación.



Ha venido a sanarnos de todo tipo de enfermedades físicas, muchas veces producidas por estados mentales enfermizos, lo que hoy se conoce como enfermedades psico-somáticas. También ha venido a liberarnos de todo aquello que nace y oprime el corazón, como la angustia, la pena, la soledad y todo aquello que no deja vivir. Esta es la gran sanación que anuncia y realiza Dios.



Con frecuencia imputamos al Señor enfermedades y dolencias que son causadas por descuidos, excesos, imprudencias, malos hábitos, falta de higiene o pecados.



Existen métodos naturales de sanación, aplicados por la Psicología. Esta ciencia es un medio natural, que usa técnicas o procedimientos convencionales para resarcir la acción voluntaria del hombre. Jesús ha venido a traer la sanación integral, sobrenatural, total y plena. El tiene el poder de curar heridas profundas, donde no puede llegar ciencia alguna. Sólo El conoce el corazón y las heridas lacerantes, causadas por el sufrimiento de la vida.



¿HAY UN PROCESO EN LA SANACION?



Si. La sanación es un proceso, porque hemos sido heridos a lo largo de los años. SE ha necesitado meses y años para herirnos, también se necesita tiempo para sanarnos.



El primer paso, es que la persona tome conciencia de su mal. Segundo paso, que la persona enferma busque ayuda, especialmente, busque quien ore por ella. Tercero, que la persona ‘abra su corazón a Dios. Cuarto, canalice esta acción de fe, a Dios, que lo puede sanar, que definitivamente lo sana por acción amorosa del Espíritu Santo, que crea un corazón nuevo entre las personas.



El perdón es el que restaura todo lo que está quebrado, roto y malherido. El perdón no supone justificar el acto malo. El perdón supone perdonar de corazón y más allá de los límites humanos.



El perdón es una forma de sanación interior. Si hablamos de una sanación física, muchas enfermedades son causadas por estados mentales alterados; una vez retiradas las situaciones de desamor, odio, rencor y profunda rabia, el corazón buscará el regocijo de Dios, es decir la paz interior, que sólo Dios puede brindar a un corazón verdaderamente arrepentido.



Cristo quiere que seamos felices “Yo he venido para que tenga vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

Esta es una verdad que debemos repetir en todas partes, El es nuestro Padre y como tal, quiere lo mejor para sus hijos.



Por eso, cuando nos dedicamos al Ministerio de sanación, estamos imitando la conducta de Jesús y le servimos como instrumentos para que El continúe ahora su obra salvífica. “El profundo amor es Dios; el perdón es el primer paso para la sanación”.

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